Los dos miopes
Había
una vez dos miopes y ninguno de los dos quería admitir su desgracia, por el
contrario cada cual quería mostrar al otro que tenía muy buena vista.
Un día
se enteraron de que una familia de la vecindad llevaría un exvoto al templo.
Cada uno por su lado averiguo en secreto la inscripción que grabarían. El día
en que el panel iba a ser colocado llegaron juntos al templo. Levantando los
ojos, uno de ellos exclamó:
-¡Qué
bello panel!, (gloriosa es tu fama), reza la inscripción de cuatro grandes
jeroglíficos.
- Eso
no es todo – agregó el otro -, Hay otra corrida de pequeños jeroglíficos que
usted no ha visto. En ellos está el nombre del calígrafo y la fecha de la obra.
Al
oírlos, una de las personas allí presentes preguntó:
- ¿De
qué hablan ustedes?
-
Estamos discutiendo a propósito de la inscripción que acabamos de leer en el
panel exvoto – contestaron los dos.
Todos
rompieron a reír.
-
¡Ustedes están ante un muro desnudo el panel no ha sido colocado aún!
- Les dijeron.
Autor
Anónimo
(Del
libro Selección de historias divertidas)
La Virtud de la Paciencia
Un mandarín, apunto de asumir su primer puesto oficial, recibió la visita de un gran amigo que iba a despedirse de él.
- Sobre todo, sé paciente - le recomendó su amigo - y de esa manera no tendrás dificultades en tus funciones.
El mandarín dijo que no lo olvidaría.
Su amigo le repitió tres veces la misma recomendación, y cada vez, el futuro magistrado le prometió seguir su consejo. Pero cuando, por cuarta vez, le hizo la misma advertencia, estalló:
- ¿Crees que soy un imbécil? ¡Ya van cuatro veces que me repites lo mismo!
- Ya ves que no es fácil ser paciente: lo único que he hecho ha sido repetir mi consejo dos veces más de lo conveniente y ya has montado en cólera
- suspiró el amigo
¿Crees que puedes comprender la
sustancia inquiriendo acerca de los
propósitos? ¿Puedes entonces
reconocer el sabor del vino
mirando su jarra?
Transformando
una Barra de Hierro en Aguja
Varios
niños que, en vez de ir a la escuela, jugaban en la calle, vieron a una anciana
que frotaba incansablemente una barra de hierro contra una piedra.
Intrigados
le preguntaron:
- ¿Qué
está haciendo ahí, señora?
Ella
contestó seriamente:
-
Estoy frotando este lingote para adelgazarlo; quiero hacer con él una aguja
para coser mi ropa.
Los
muchachos soltaron la risa.
-
¡Nunca conseguirá usted hacer una aguja con una barra de hierro de ese grosor!
- La
froto todos los días, y cada día disminuye algo más, por fin terminará siendo
una aguja. Pero pequeños flojos como ustedes no pueden comprender esto – dijo
la anciana.
Los
niños se miraron entre sí, avergonzados, corriendo, regresaron a la escuela.
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