miércoles, 5 de agosto de 2015

¿Judo deportivo, Judo total?

En su origen, la práctica y la enseñanza del Judo procedente de Japón, fue esencialmente empírica. El soporte principal del aprendizaje era la demostración, una referencia absoluta y exclusivamente visual. Los expertos japoneses (primeros profesores europeos), no solían añadir complementos verbales a la imagen de cuerpos en movimiento, ya que esa era la forma de enseñar en su país, y por otra parte hablaban poco los idiomas de los países donde enseñaban.
Este tipo de práctica procuraba, sin embargo, la satisfacción de necesidades profundas: La armonía del movimiento, la afirmación del Yo interior, de su fuerza y habilidad frente al adversario, todas ellas virtudes que resultaban de la unión entre esta actividad y el "ZEN". De este modo, una disciplina corporal se transmutaba en disciplina mental. En aquel tiempo, el Judo no buscaba una solución científica a su desarrollo. Sus discípulos, en número creciente pero todavía reducido, practicaban de forma "religiosa" este método de combate, refiriéndose a algunas nociones primarias relativas a las fuerzas que obedecen al equilibrio, desequilibrio, acción y reacción. Desde aquella "Curiosidad oriental", el Judo ha pasado a ser un deporte de proyección internacional.
El Judo tomo carácter de fenómeno social, gracias a las estructuras federales, con la creación de títulos de enseñanza y el apoyo de los gobiernos. Fue entonces, cuando su desarrollo y sus finalidades hicieron nacer en el educador y el practicante un noble deseo:
  1. La búsqueda de confirmación y de verificación.
  2. El deseo de descubrimiento y de innovación.
  1. Todo educador, basándose en su intuición, puede obtener resultados apreciables sin ayuda de la ciencia. Sin embargo, si este educador es "abierto", tenderá a buscar explicaciones racionales y con fundamento científico que sustenten su discurso educativo y deportivo.
    La educación es un asunto de larga duración que se extiende durante muchos años. El bien inherente a cada acción pedagógica no es siempre evidente.
    A través de la búsqueda de elementos científicos, el educador va a expresar el deseo de afirmar y consolidar la práctica por la racionalidad.
  2. El educador trabaja en una sociedad que cambia constantemente, y se da cuenta de que su aprendizaje debe ser constante; que las nuevas necesidades y tendencias obligan a un ajuste rápido de las prácticas. A menudo, animado por un deseo de progreso, apela a su imaginación y emprende sólo el camino de descubrir o reinventar todo.
El Judo ascendido de hecho a "disciplina educativa", debe ganar valor docente en el mundo de la educación física.
Los educadores desean encontrar el apoyo de una investigación científica para poder elaborar una metodología precisa que permita establecer los fundamentos científicos necesarios al objeto de asegurar de forma cabal su misión.
H. Courtine, ex director técnico de la F.I.J., ilustraba estos propósitos expresando su preocupación de esta manera:
"¿Quién puede decir ahora si lo que estamos haciendo con los niños es bueno? Lo sabremos dentro de cinco años, si mantenemos un control minucioso".
Es un reconocimiento de las necesidades científicas de nuestra disciplina, que no podrá proseguir su desarrollo en su faceta educativa, si no abandona el empirismo del pasado para dejar el lugar a los conocimientos objetivos acompañados de un cambio permanente. El Judo moderno, apoyándose en el desarrollo de la psicología, de la medicina deportiva, de la sociología, y de la estadística, intenta tomar una nueva salida partiendo de elaboraciones teóricas propias y así renovar sus prácticas y orientaciones.
¿Puede la práctica del Judo despertar los poderes del niño (entre otros su motricidad)? ¿Hacerlo acceder a esta maravilla que es el dominio de su cuerpo? ¿Hacer retroceder sus resistencias, sus torpezas e inhibiciones? ¿Ayudarle a desplegarse él mismo y fuera de sí con soltura corporal?
Mi larga experiencia como practicante y educador así lo indica. La perspectiva de educación total no es una utopía: el Judo debe abrirse a la investigación científica, apoyándose en las diferentes ciencias, para así responder a las necesidades de los menores; una búsqueda enfocada esencialmente en la educación.
El Judo permanecerá en la medida en que se convierta en una disciplina que favorezca el desarrollo de la personalidad del menos joven, una disciplina que ayude a la formación del "ser adulto".
Esta visión del Judo choca de frente con su realidad actual, una realidad preocupante en cuanto a que se abstrae de los citados objetivos educativos y se lanza sin medida al campo deportivo puro.
El Judo deportivo es evidentemente muy diferente al creado por JIGORO KANO en 1882 (1860/1938). Este sistema, fundado en una época bisagra de la Historia del Japón, sobre la base de técnicas tradicionales, ha sido despojado de violencias, de sus dimensiones estrictamente utilitarias, para alcanzar una fórmula competitiva, que lo ha hecho universal.
Concebido como un sistema educativo, actualmente está organizado casi exclusivamente sobre parámetros deportivos. La preponderancia de la competición ha hecho del récord un valor de referencia dominante, al punto de convertirse este en el único criterio de promoción.
El objetivo central de la formación equilibrada de los más jóvenes a largo plazo (técnica, física y mental), no debe ser la meta única de los practicantes.
La "Medallitis", proceso que ha invadido muchas disciplinas, no debería obscurecer la responsabilidad de cada uno de los profesores, directivos y padres, en el futuro del Judo. Es conveniente enseñar el Judo, y luego, la competición, y no a la inversa.
Por suerte el Judo es una actividad muy técnica y de madurez tardía. La técnica adiestrada, es una de las riquezas esenciales del patrimonio del Judo, que debe ser conservada y extendida.*

(*) Tomado de: Burger, R. (XI). ¿Judo deportivo, Judo total? Cinturón Negro, 32. 


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